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Economía y Negocios, El Mercurio - 06 de agosto de 2023

¿Menos pobreza en Chile?

La población bajo pobreza en Chile no es 6,5%, sino del orden de 11%. Hay casi 900.000 más pobres que los que calcula el MDS. La pobreza, hoy, es virtualmente idéntica a la de 2015; en ningún caso se ha reducido a casi la mitad”

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Según los cálculos del Ministerio de Desarrollo Social (MDS), realizados sobre la base de la última encuesta Casen (noviembre 2022), la pobreza en Chile alcanzaría al 6,5% de la población. Sería el registro más bajo desde que se inició la medición en 1987. El anuncio motivó expresiones celebratorias.

La nueva cifra de pobreza, sin embargo, luce divorciada de la realidad. Indicaría que el porcentaje de población bajo pobreza habría caído casi a la mitad entre 2015 y 2022, de 11,2% a 6,5%. Ello sorprende grandemente, habida cuenta que, desde entonces, el déficit habitacional ha crecido 64% y los campamentos se extienden por doquier.

La sorpresa no termina ahí. En Casen 2015, los ingresos autónomos, aquellos que obtienen los hogares antes de subsidios, promediaban, para los hogares pertenecientes al 10% de menores ingresos —el primer decil—, $105.179. En Casen 2022, promedian $94.767. Corregidos por inflación (noviembre 2015-noviembre 2022), son 35% más bajos que en 2015. Sorprendentemente, a pesar de que los ingresos reales del primer decil, antes de subsidios, cayeron un 35% respecto de 2015, la pobreza, nos informa el MDS, habría caído casi a la mitad.

¿Milagro económico? ¿Le doblaron la mano los subsidios a la decadencia económica y social?

Para ver lo que está ocurriendo, debemos seguir, paso a paso, cómo se calcula el porcentaje de pobreza en Chile. Quien quiera abandonar aquí la lectura, podrá ir al último párrafo de esta columna. Al resto, lo invitamos a continuar.

Veamos. En 2013, cuando se introdujo la metodología actual de medición, la pobreza se definió en relación con la capacidad de los hogares para solventar un gasto referencial. Este fue elaborado a partir del gasto efectivo de un subconjunto de hogares pertenecientes al 20% de menores ingresos de la población —el primer quintil—, al que se le hicieron ciertas correcciones. El gasto referencial quedó conformado por dos componentes: el asociado a la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y los “otros” gastos. En estos últimos se incluyó un “alquiler imputado”, que es un componente contable, no de erogación efectiva. Corresponde al arriendo de mercado que tendrían que pagar aquellos hogares que tienen casa propia si no la tuvieran. Obviando tecnicismos, aquellos hogares cuyos ingresos eran inferiores al gasto referencial así construido, se definieron como pobres.

La encuesta Casen pregunta por los ingresos de los hogares, no por los gastos. El cálculo de la pobreza compara esos ingresos con el gasto referencial de 2013, que debe actualizarse cada vez que se hace la encuesta, para corregir por el efecto de la inflación.

Los ingresos que reporta Casen agregan al dinero contante y sonante que perciben los hogares —ingresos autónomos más subsidios— el alquiler imputado ya referido. La lógica es que aquellos hogares tienen un ingreso que, aunque no lo perciban en dinero, es real: el arriendo que se ahorran gracias a la casa propia es una suerte de renta de su activo inmobiliario.

El alquiler imputado al ingreso cambia con cada nueva encuesta Casen. Se estima a partir de una pregunta específica, que inquiere sobre el costo del arriendo para una vivienda similar a la del encuestado, en el mismo sector.

Para 2013, año en que parte la nueva metodología, su aplicación es impecable. Si bien agregó el alquiler imputado a los ingresos monetarios efectivos, agregó también, como se ha visto, idéntico concepto al gasto referencial con que se comparan esos ingresos. El alquiler imputado, entonces, por estar tanto en los ingresos como en el gasto referencial, no distorsionaba la medición de la pobreza. El asunto estaba cuadrado.

El problema se asoma cuando vemos cómo se actualiza el gasto referencial de 2013, para compararlo con los ingresos que, con posterioridad a 2013, reportan las sucesivas encuestas Casen.

La actualización del costo de la CBA no admite controversia: a cada bien de dicha canasta se le aplica el aumento de precios que informa el INE.

La actualización de los “otros” gastos, en cambio, resulta cuestionable. Ellos se actualizan de modo agregado, conforme al incremento del IPC, excluyendo alimentos y bebidas más algunos otros ítems. Sin embargo, nada asegura que este procedimiento refleje adecuadamente la evolución del “alquiler imputado”, que estaba en el gasto referencial de 2013, y que debería seguir estando en el gasto referencial de los años posteriores, porque el mismo ítem continúa estando en los ingresos que reporta cada encuesta Casen. Si la actualización de los “otros” gastos no refleja adecuadamente la evolución del alquiler imputado, lo que estaba cuadrado en 2013 se descuadrará.

¿Estamos descuadrados? Veamos.

De los cálculos reportados por el MDS, se desprenden las actualizaciones implícitas que llevaron el gasto referencial de 2015 —que ya se había actualizado respecto de 2013— a su supuesto equivalente de 2022: la CBA se reajustó en 59% y los “otros” gastos en 32%. Ese 32% es sospechosamente bajo, porque el promedio de alquiler imputado, para el primer quintil, aumentó en 116% en el mismo período. Lo último resulta de comparar las encuestas Casen de 2015 y 2022, incluyendo en los promedios respectivos solo a aquellos hogares a los que se les imputó un alquiler.

El asunto no cuadra, porque en el gasto referencial de 2015, el alquiler imputado daba cuenta, estimativamente, de un 58,7% de los “otros” gastos. Los “otros” gastos no tienen cómo subir solo un 32% si el 58,7% de ellos subió un 116%. Es cosa de multiplicar. Se sigue que la actualización del gasto en “otros” subestima groseramente su real incremento entre 2015 y 2022, resultando en una subestimación de la pobreza en 2022. Estamos descuadrados.

Para evitar esta distorsión, se debe actualizar correctamente el gasto referencial.

Manos a la obra. Partiendo del gasto referencial de 2015, el costo de la CBA debe incrementarse en 59%, como efectivamente lo hizo el MDS; el alquiler imputado, en 116%; y el resto, a falta de mejor opción, en 32%, guarismo con que el MDS actualizó originalmente los “otros”. Se obtiene así un nuevo gasto referencial para 2022, con el cual comparar, bastante más correctamente, los ingresos de la Casen 2022.

Resultados: La población bajo pobreza en Chile no es 6,5%, sino del orden de 11%. Hay casi 900.000 más pobres que los que calcula el MDS. La pobreza, hoy, es virtualmente idéntica a la de 2015; en ningún caso se ha reducido a casi la mitad.

El problema se viene arrastrando desde que comienza la actualización del gasto “otros”. En efecto, corrigiendo también 2020, la pobreza habría sido del orden de 17%, no el 10,7% reportado entonces. En 2017, de 11%, no de 8,6%. Más detalles de los cálculos, en www.quirozyasociados.cl

Conclusión: no hay política de subsidios que le doble la mano a la decadencia económica y social. Tal milagro económico no existe. Sí, en cambio, hay milagros estadísticos.