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EL MERCURIO Economía y Negocios - 17 de abril de 2022

El regreso de la inflación

"Con inflación al alza y la consiguiente popularidad del Gobierno a la baja, los buenos propósitos del ministro de Hacienda podrían devenir políticamente inviables, como la discusión sobre el último retiro comienza a dejar en evidencia”.

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Si en el último tiempo le ha tocado arrendar un departamento, o comprar carne o gas licuado —por nombrar solo algunos ejemplos—, habrá podido comprobar, sin necesidad de leer el último reporte del INE, que la inflación elevada está de regreso. En efecto, el registro de marzo marca un incremento interanual de precios solo comparable al observado 14 años atrás, bajo los efectos de la crisis subprime.

El rebrote inflacionario no es solo chileno. También en marzo, Estados Unidos marcó una inflación interanual de 8,5%, cifra solo comparable, en ese caso, a la de hace 40 años. Advertimos dicho riesgo en este mismo espacio hace exactamente un año, teniendo a la vista la expansión fiscal que comenzó con la pandemia, seguida de la inédita magnitud del programa de gastos de Biden, todo ello acompañado de una política monetaria marcadamente expansiva de la FED. Los datos recientes han confirmado nuestras aprensiones de entonces.

A la inflación elevada suele llegarse por una combinación de una acusada expansión de demanda agregada, acompañada por una política monetaria laxa que, en vez de contrarrestar la demanda, más bien “acomoda”. Cuando ello ocurre, el resultado es un alza en los precios de bienes o servicios “no transables” (los que no se pueden importar ni exportar, como el arriendo del departamento) junto con un aumento del déficit en cuenta corriente, es decir, más importaciones que exportaciones. Esto último refleja que parte del exceso de gasto del país lo financia “el resto del mundo”: otros países, que gastan menos que su ingreso, se encargan de suplirnos con bienes y servicios a quienes hacemos lo contrario.

Al igual que en el caso de Estados Unidos, la inflación en Chile comenzó a incubarse en 2020, extendiendo su gestación durante 2021. En efecto, los déficits fiscales de 2020 y 2021, de 7,3 y 7,6 puntos del PIB respectivamente, resultan solo comparables a los de medio siglo atrás. Por su parte, los retiros previsionales acumulados a la fecha suman la friolera de casi 16 puntos del PIB. En lo que toca al Banco Central, este, de cara a los retiros, emuló a la FED con una política monetaria no convencional, multiplicando sus activos locales por 17; asimismo, entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, el dinero, en su definición restringida (M1), subió un 82%.

El resultado de una demanda agregada expansiva, combinada con un Banco Central que “acomodó” en vez de contrarrestar, fue el previsto: elevada inflación junto con un déficit en cuenta corriente. Este último alcanzó 6,6 puntos del PIB el 2021, registro solo comparable al observado en los albores de la crisis asiática, hace 25 años.

En tiempos normales, el déficit en cuenta corriente mitiga los efectos inflacionarios locales, porque parte del incremento en demanda agregada se suple con producción de otros países que no han experimentado inflación. El problema es que los tiempos ya no son “normales” y, en consecuencia, el efecto mitigador ya no es lo que era.

En efecto, como Chile no es el único que se embarcó en políticas fiscales expansivas, como tampoco el único donde su Banco Central “acomodó” en vez de contrarrestar, la presión sobre la oferta agregada mundial se multiplicó. Con dislocaciones productivas y logísticas ocasionadas por la pandemia, los precios internacionales subieron fuertemente. Sin ir más lejos, precios como los de la carne o el gas licuado están prácticamente determinados por los precios internacionales, por lo que sus alzas son en buena medida “importadas”. La invasión a Ucrania, por su parte, es responsable directa de la inusitada alza en el precio de los aceites comestibles, que también ha hecho titulares (Ucrania daba cuenta del 47% de las exportaciones de aceite de maravilla del mundo).

Se suma a lo anterior la devaluación del peso, que durante 2021 alcanzó 14%, como consecuencia de la incertidumbre que siguió a la elección de constituyentes. Así las cosas, los precios de los bienes importados, de por sí ya acrecentados, se vieron aún más incrementados por la devaluación. Recientemente tuvimos una reversión moderada de la devaluación, después del alza de tasas del Banco Central, que indujo entradas de capitales de corto plazo, abatiendo parcialmente la cotización local del dólar (“carry trade”). Pero eso está resultando en un “veranito de San Juan”, porque, después de conocida la inflación de marzo, los agentes locales volvieron a volcarse a dólares en desmedro del peso, revirtiendo la incipiente revaluación que habíamos alcanzado a ver.

Si a la elevada inflación llegamos por la vía de expansiones de demanda agregada y política monetaria acomodaticia, se esperaría que, haciendo “vuelta en U”, la inflación emprenda su retirada. En este orden de ideas, el ministro Marcel se ha propuesto reordenar las finanzas públicas, mientras que el Banco Central se ha embarcado ahora en una política monetaria restrictiva, que deja atrás el “acomodo” anterior. Por ello, este último ha anunciado que la inflación será transitoria: espera que retorne a niveles anualizados del 3% hacia fines del año 2023.

Pues bien, el anuncio resulta algo alegre.

Vamos viendo. De un lado, la inflación internacional tiene pocos visos de amainar. De otro, un nuevo retiro previsional seguirá descuadrando el balance del Banco Central. Asimismo, una eventual ratificación de una propuesta Constitucional como la que comienza a vislumbrarse devaluaría con mayor profundidad al peso. Finalmente, con inflación al alza y la consiguiente popularidad del Gobierno a la baja, los buenos propósitos del ministro de Hacienda podrían devenir políticamente inviables, como la discusión sobre el último retiro comienza a dejar en evidencia.

Cuento corto, la inflación ha regresado, pero aún es temprano para anunciar su fecha de retirada.