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El Mercurio Economía y Negocios - 04 de septiembre de 2022

La Naturaleza Humana

"El país de 11 naciones y múltiples territorios autónomos asesta un golpe fenomenal a la intuición moral de la cohesión social. El día que se inauguró la Convención, el propósito de fondo —la plurinacionalidad— fue acompañado, inequívocamente, de la forma: un total desdén para con símbolos y ritos patrios, la bandera y el himno nacional”.

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¿Votarán los chilenos hoy sobre la base de la razón o de la emoción? Las lleva de ganar la emoción.

¿O es que alguien cree que los millones de electores leyeron la propuesta constitucional completa —388 artículos y 57 disposiciones transitorias— para, después de un análisis racional, libre de toda emoción, ir hoy a votar? En ningún caso.

¿Cómo decidirán entonces? Según los dictados de su “intuición moral”.

El concepto de “intuición moral” ha sido formulado por Jonathan Haidt, uno de los psicólogos sociales más importantes de nuestro tiempo. Haidt sostiene que la naturaleza humana, producto de la evolución, está premunida de cinco “intuiciones morales” —cinco emociones profundas— que inclinan, en uno u otro sentido, las decisiones en una elección política.

La primera intuición moral que identifica Haidt corresponde al “cuidado”: sentimos el deber de proteger al más débil. Ello proviene de nuestra historia evolutiva. De entre todos los animales, el humano recién nacido es quien debe recibir más protección y por mucho más tiempo. El cuidado hacia los niños, entonces, forma parte de la naturaleza humana. Por extensión lo es también, en alguna medida, el cuidado para con los más vulnerables en general.

La segunda corresponde a la “equidad proporcional”. Ella consiste en “dar, pero a quien lo merece”. La tendencia emerge después de millones de años de evolución que obligaron a la cooperación al interior de un grupo —“hoy por ti, mañana por mí”—, y que dejó subrepresentados en la población actual a quienes nunca daban (morían con más frecuencia porque nadie les daba una mano de vuelta), así como a quienes daban sin importar a quién (eran sistemáticamente explotados). Por eso esta intuición moral no es solo “equidad”, sino “equidad proporcional”: se da, pero “a quien lo merece”.

Las otras tres intuiciones morales que identifica Haidt dicen relación con la cohesión social. Las tribus primitivas debían, con alguna regularidad, enfrentarse unas a otras, normalmente para proteger su territorio. Ello exigía cohesión del grupo, el refuerzo de conductas que debían ser estrictamente atendidas: se iba la supervivencia en ello. Aquí emergen las intuiciones morales asociadas a “la lealtad”, “la autoridad” y “lo sagrado”, que también forman parte de la naturaleza humana.

El rol que juega “lo sagrado” en la cohesión social es especialmente relevante. “Lo sagrado” —aquello que no puede ser ofendido— es lo que percibimos profundamente como “nuestro” y halla su expresión en ritos y símbolos. Por ejemplo, cantar con respeto el himno nacional en un acto oficial es un rito; cuando se le rinde homenaje a la bandera, se venera un símbolo. En palabras de Chul Han, no precisamente un pensador de derecha —tampoco lo es Haidt—, los ritos “transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada a una comunidad”.

Siguiendo este marco teórico, corresponde preguntar: ¿Qué intuiciones morales atendió la propuesta constitucional y cuáles dejó de lado?

Ciertamente, atendió al “cuidado”, expresado en la multiplicación de los derechos sociales. Ha querido también atender a la “equidad proporcional” —el “hoy por ti, mañana por mí”—, representada por sistemas únicos nacionales de previsión y salud. Pero aquí descuidó “la proporcionalidad”: para muchos, tener que ceder la herencia de sus ahorros previsionales “al sistema”, en desmedro de la propia familia, no luce “proporcional”.

¿Y qué hay respecto de la cohesión social? Se la contravino frontalmente.

En efecto, el país de 11 naciones y múltiples territorios autónomos asesta un golpe fenomenal a la intuición moral de la cohesión social. El día que se inauguró la Convención, el propósito de fondo —la plurinacionalidad— fue acompañado, inequívocamente, de la forma: un total desdén para con símbolos y ritos patrios, la bandera y el himno nacional. Ahí se ofendió lo que para millones de chilenos es “sagrado”. La semana pasada, partidarios algo estrambóticos del Apruebo, en un “acto cultural”, llevaron la ofensa al punto de lo grotesco.

Similar cosa ocurrió con otras dimensiones de “lo sagrado”. La propuesta constitucional quiso fundar lo sagrado en los derechos de la naturaleza. Pero ello dejó abierta una amenaza sobre largas tradiciones del mundo rural y campesino. Asimismo, otros segmentos amplios de la población han visto en el texto una amenaza a sus propios conceptos de lo sagrado: el cuerpo, la protección de la vida y una educación religiosa para sus hijos, entre otros.

Por otro lado, el eventual reconocimiento de una nación afrodescendiente, que podría ocurrir al amparo de la plurinacionalidad, inquietó a las capas más modestas de la sociedad, que han visto desdibujadas sus comunidades a consecuencia de la masiva inmigración de la última década.

Asimismo, “la autoridad” también se contravino, con preceptos que han causado alarma en miles de chilenos que viven diariamente las trágicas consecuencias de una autoridad ausente.

Como se ve, las intuiciones morales —intrínsecas a la naturaleza humana— aparecen bastante descuidadas por la propuesta constitucional. Se atiende casi exclusivamente al “cuidado”, solo imperfectamente a la “equidad proporcional”, pero se contravienen todas las asociadas a la cohesión social.

Y bueno, como la naturaleza humana no es una hoja en blanco sobre la que se puede escribir cualquier utopía, ahí está la chance del Rechazo. En la naturaleza humana.