Economía y Negocios, El Mercurio - 09 de junio de 2024
El boom accionario de inteligencia artificial: ¿Big bang o manía?
' 'Que Nvidia gana hoy dinero por montones como para justificar su valor, no cabe duda. Pero la pregunta es si los que compran sus chips están haciendo también un buen negocio. Hasta ahora, parece que no”.
De seguro, ya habrá oído hablar del tema de moda en el mundo: la inteligencia artificial (IA). Proliferan increíbles predicciones relativas a sus consecuencias. Quizá también ya ha tenido la oportunidad de jugar un rato con Chatbot GPT e impresionarse con sus respuestas coherentes (aunque no siempre correctas), como si fueran de un humano. Ahora, a falta de algo mejor que hacer, bien podría conversar toda una tarde con su smartphone.
La IA no nació ayer; tiene de hecho décadas de existencia. Pero sí hay un salto disruptivo: los últimos avances en la IA “generativa” permiten crear textos, imágenes, responder preguntas y realizar tareas complejas.
Siempre que ocurre un cambio tecnológico potencialmente disruptivo aparecen los “gurús de la singularidad”, que anuncian la emergencia de una “nueva economía” en un cortísimo período de tiempo, o sea, un big bang económico. Elon Musk ha predicho que el próximo año ya tendremos inteligencia “de nivel humano”. Siguiendo a Musk, y a muchos otros como él, a muy corto andar veremos a la IA redactando demandas legales como los mejores abogados y escribiendo novelas como los mejores escritores. También haciéndose cargo de organizar y operar flotas completas de camiones que se manejan solos, amén de entenderse con los clientes. Un big bang económico.
Los mercados accionarios, animados por los anuncios de aquellos gurús, han iniciado un auge. Durante 2023, el Nasdaq, índice accionario cargado a las empresas tecnológicas —las que se espera se beneficien grandemente de la nueva economía de la IA—, subió 54%. Por su parte, el SP-500 —índice accionario general de Estados Unidos— subió 24%, pero dos tercios del alza se explican por “las siete magníficas”, empresas tecnológicas como Microsoft, Apple y Google, que también se espera se beneficien de la “nueva economía”. Se incorporó al selecto grupo la compañía Nvidia —ya hablaremos más de ella— que vendría a ser como la séptima maravilla del mundo post big bang: su valor se ha multiplicado por diez en los últimos dos años y hoy supera un trillion de dólares, algo así como diez veces el PIB de Chile.
¿Estamos en los albores de un big bang económico?, ¿o simplemente entrando en la primera fase de una película de tres actos que ya hemos visto muchas veces, “manía – pánico – resaca”?
El guion “manía – pánico – resaca” suele acompañar a los mercados cuando emerge una tecnología disruptiva. La manía comienza a incubarse con los primeros avances de la tecnología y luego, alentada por los gurús de la singularidad que anuncian un big bang, se desata un efecto de manada que conduce a valoraciones accionarias inverosímiles. Después de un rato viene el cable a tierra y sobreviene el pánico —¿cómo esa empresa que gana tan poco puede valer tanto?—. El asunto termina en resaca, con lamentos por la dilapidación de recursos.
La fiebre accionaria que comenzamos a atisbar —podría estar recién partiendo—, trae recuerdos de la manía de la fibra óptica de fines de los noventa, coprotagonista de la fiebre punto.com. Los gurús de la singularidad de entonces pensaban que la adopción de internet iba a ser de tal rapidez —otro big bang— que se requerirían inversiones en fibra óptica tan enormes como urgentes. Se invirtieron miles de millones de dólares con tal fin, solo para descubrir, a no mucho andar, que se había terminado desplegando tanta fibra óptica como para conectar 10 veces al planeta. Quebraron empresas valoradas en miles de millones de dólares y el desplome bursátil que le siguió aún se recuerda.
Que la internet cambió al mundo, nadie lo duda. Pero no fue un big bang, sino un cambio gradual que tomó décadas. Las fantásticas estimaciones de velocidad de adopción, sin embargo, alimentaron una manía —valoraciones inverosímiles de empresas—– que luego devino en pánico —desplome bursátil—, para terminar con una gran resaca —inversión desplegada en fibra óptica para muchos años por venir —. Manía – pánico – resaca. Esa película ya la vimos.
Cristopher Mims, en un artículo reciente del WSJ, advierte que la adopción de IA por parte de los clientes finales podría ser más baja y lenta que la prevista, porque los costos son muy altos. La IA se entrena aprendiendo de los humanos; si va a escribir una demanda judicial, tiene que haberlas leído todas, y para eso tiene que haber leído toda la internet. El costo de inversión es gigantesco y está sujeto a rendimientos decrecientes, porque la internet es finita. Después, el costo de operación es igualmente fenomenal, porque cuando la IA se enfrenta a una pregunta, debe mirarla desde todos los ángulos posibles, y las posibles preguntas son infinitas.
Las prevenciones de Mims motivan un análisis más detallado de las valorizaciones. Partamos por Nvidia, que multiplicó por diez veces su valor. Ocurre que no vende servicios de IA. En sus propias palabras, “diseña los más avanzados chips… para las fábricas de IA del futuro”. Hay otros —“las fábricas de IA del futuro”— que están intentando ganar dinero vendiendo IA en el mercado; Nvidia solo les vende los chips (y algunas cosas más). Que Nvidia gana hoy dinero por montones como para justificar su valor, no cabe duda. Pero la pregunta es si los que compran sus chips están haciendo también un buen negocio. Hasta ahora, parece que no: el año pasado gastaron unos 50 billions comprando chips a Nvidia, pero ello les redituó solo 3 billions en ventas…
Si esto fuera la fiebre del oro de California, Nvidia sería la única pulpería y todo el resto, buscadores de oro. Los inversionistas, entusiasmados por los gurús que anuncian la cornucopia del oro, compran acciones, tanto de la pulpería como de los buscadores. Hasta ahora, solo se ha enriquecido la pulpería, mientras que los que arriesgan el pellejo buscando el oro aún no dan con él. Y bueno, si los buscadores de oro se arruinan en el intento, también se hundirá la pulpería.
¿Big bang económico o manía? El tiempo dirá.